¿Por qué no nos gusta esperar?
Seamos honestos, a nadie le gusta esperar. Podemos ser pacientes y no quejarnos, pero eso no significa que nos guste esperar. Nos incomoda esperar en una fila, que se demoren en atendernos o servirnos la comida, que se tarden en respondernos un mensaje o cuando queremos algo de inmediato y se toma más tiempo de lo que queremos. Cuando se trata de la vida cristiana, nuestra actitud sigue siendo la misma: nos cuesta esperar. Pero ¿por qué sucede?
Un claro ejemplo de esto son las historias de transformación. Por ejemplo, cuando una persona con sobrepeso comienza a comer alimentos saludables, hace ejercicios y cambia radicalmente su estilo de vida, al cabo de un tiempo comienza a lucir un cuerpo distinto. En las redes sociales o en los programas de televisión podemos ver el antes y después de estos casos. Este tipo de historias nos impactan porque vemos ambos cuadros en contraste. Nos encanta ver el resultado, pero pocos disfrutan ver todo el proceso que se necesitó para llegar a ese punto. Esta actitud nos enseña algo valioso sobre por qué nos cuesta esperar.
Cuando esperamos que las cosas sucedan en el acto y no sucede así, nos enojamos y esto hace que nuestra percepción del tiempo se distorsione pues llegamos a creer que los resultados están demorando. Esto se debe a que nos gusta ver los resultados, pero no queremos pasar por el proceso. Nos encanta ver que las cosas sean inmediatas y que nuestros deseos se cumplan al instante. Es por ello que cuando le pedimos algo a Dios, queremos que Él lo haga ese mismo segundo. Si alguien nos dice que esperemos el tiempo de Dios, pensamos que ese plazo será nuestro tiempo; somos nosotros quienes ponemos una fecha y creemos que Dios actuará según nuestro calendario.
Alguien dijo una vez que Dios es un Dios de procesos, y es cierto. Él quiere llevarnos a la cima de una montaña, pero nosotros no queremos caminar: deseamos que nos teletransporte de inmediato a ella. Pero si Dios lo hiciera nos perderíamos de todo el paisaje, las aventuras y el aprendizaje que trae el camino. Cada cosa que está en el proceso para llegar a un lugar sirve como herramienta para el futuro; además nos hace crecer espiritualmente y nos ayuda a confiar aun más en Dios.
La espera en Dios siempre tiene un tesoro escondido. Si somos pacientes y tenemos fe, aprenderemos a descubrirlo y disfrutarlo.
Fuente: CVC LA VOZ